En muchas partes del mundo, las mujeres han sentado los cimientos del movimiento de DDHH. Se han organizado para denunciar y combatir la violencia de género y otras violaciones de derechos humanos, así como la impunidad que rodea a estos abusos. Como madres, hermanas, hijas, esposas, compañeras y activistas, encabezan la afirmación de sus derechos y de los derechos de sindicalistas, pueblos indígenas y minorías étnicas, religiosas y sexuales.
Estas mujeres desempeñan un importante papel como motores del cambio social y del progreso hacia la igualdad, pero a menudo se convierten en blanco por defender los derechos de las mujeres. Amnistía Internacional denuncia el doble peligro al que se enfrentan las mujeres que luchan por la igualdad y el fin de la discriminación: están en situación de riesgo por defender los derechos humanos y por el hecho de ser mujeres.
En los últimos cien años, los derechos de las mujeres han avanzado gracias a varias conquistas. Se han establecido y promulgado acuerdos internacionales legalmente vinculantes para proteger y promover sus derechos. En muchos países, las mujeres participan activamente en el sistema político y existe un progreso significativo hacia la igualdad en los ámbitos educativo y económico.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Millones de mujeres y niñas en el mundo siguen siendo víctimas de violencia por razón de género. Se calcula que una de cada tres mujeres en el mundo es golpeada, obligada a mantener relaciones sexuales o sometida a algún otro tipo de abuso a lo largo de su vida. La violencia y la discriminación las priva de independencia y del disfrute de derechos humanos: son las más afectadas por la pobreza, la degradación medioambiental y las enfermedades. A menudo las tradiciones culturales y religiosas las convierten en víctimas de violaciones de derechos humanos o son violadas, secuestradas, mutiladas, esclavizadas sexualmente o utilizadas como combatientes en los conflictos armados.
El activismo no se libra de tener en sus filas machismo rancio y es que han aumentado más de un 45% las agresiones a defensoras de los DDHH y en la mayoría de los casos, las agresiones que acabaron en asesinato no se investigaron. El discurso de estas activistas demuestran la necesidad de luchar de forma transversal con esta violencia específica basada en un componente de género.
"Nuestros compañeros nos decían que la lucha era otra, nos se han dado cuenta de que los derechos de las mujeres son también parte de la batalla contra la opresión". (Gilda Rivera)
Los ataques a las defensoras se manifiestan, en muchas ocasiones, en unas formas de maltrato y hostigamiento determinadas.
"Las mujeres están más expuestas a amenazadas basadas en el género, a las amenazas de agresión sexual, los insultos y críticas", María San Martín, de Front Line Defenders.
Porque si ellas se levantan contra una injusticia, no solo están combatiendo una causa: rompen a su vez unos preceptos, el lugar asignado a las mujeres por las sociedades patriarcales.
"Cuando las mujeres defendemos derechos humanos estamos al mismo tiempo desafiando las normas culturales, religiosas, sociales y hasta legales acerca de la feminidad y el papel más pasivo que debemos desempeñar las mujeres en nuestras sociedades patriarcales", Alda Facio
Uno de los peores países para ser mujer según los indicadores de PNUD, UNESCO y UNICEF es Nepal.
La mujer representa el 52% de la población de Nepal y éste es uno de los tres países en todo el mundo donde la mujer tiene menos esperanza de vida que el hombre.
La sociedad de Nepal está basada en un régimen patriarcal dónde la mujer depende íntegramente de su padre y su marido. Hasta que la mujer nepalí contrae matrimonio, su papel en el hogar es el de servir, junto con su madre, a su padre y sus hermanos.
Esta situación coloca a la mujer de Nepal en un estatus inferior. El acceso a la educación rara vez se puede ver en las mujeres nepalís y, por consiguiente, más del 80% de las mujeres con 15 años de Nepal nunca ha ido a la escuela y solamente el 4% logra acceder a la enseñanza secundaria.
Nepal es uno de los pocos países donde el aborto es considerado un homicidio y es penado por ley, incluso si el embarazo es una amenaza para la vida de la madre o es resultado de violación o incesto. Son condenadas por infanticidio aunque sea espontáneo. A pesar de la severa ley, mujeres del medio rural emplean una variedad de métodos peligrosos para liberarse de embarazos indeseados, como la inserción de un bastón con la punta impregnada de excrementos de vaca o barro en la vagina, ingestión de hierbas medicinales abortivas o masajes estomacales violentos.
Cuando una mujer contrae matrimonio en Nepal, su papel pasa a ser el de servir a la familia del marido. No tienen ni voz ni voto. No puede opinar. En muchos casos, las mujeres de Nepal desean tener un hijo varón para que en un futuro traiga a la familia a otra mujer y deje de recaer todo el peso de la casa sobre la madre.
A pesar de que la Constitución ofrece a las mujeres una igualdad de oportunidades, lo cierto es que esta igualdad se basa en las creencias y en la situación económica y social de cada grupo étnico. Dependiendo de cada etnia, las mujeres de Nepal cuentan con más o menos libertad. A esto hay que sumar el sistema de castas en el que se rige el país sesgando, más si cabe, la sociedad de forma jerárquica . Los Brahmanas, la primera casta representa la inteligencia. Médicos, profesores, ingenieros, sacerdotes, etc.Los Kshatrías, la segunda casta, simbolizando a los guerreros.Los Vaishias, la tercera casta, corresponde a los comerciantes y dueños de tierras.Los Shudrás, la cuarta casta trabaja para los de la tercera casta.
Finalmente los Dalit, también llamados paria o intocables son todos aquellos que no tienen casta.Los Tribales, son poblaciones que viven en el bosque totalmente aisladas, un nuevo grupo que está por debajo de los intocables.
La discriminación por casta la sufre especialmente el grupo de los intocables. El contacto o trato con un intocable se considera un hecho impuro, de riesgo de contaminación y motivo para ir acumulando actos negativos que repercutirán en la reencarnación. La situación de las mujeres dalit es especialmente deplorable. La sociedad las discrimina por ser mujeres, porque pertenecen a la comunidad dalit y, dentro de su propia comunidad, vuelven a sufrir por ser mujeres. Cada mujer dalit es una historia viva de dolor, sufrimiento, angustia, abyección moral y malos tratos.
Matrimonios infantiles, violencia de género extrema, las leyes discriminatorias sobre el derecho de las mujeres a transmitir la ciudadanía a sus hijos, el chhaupadi (tradición vejatoria en la que la niña/mujer es confinada en un cuchitril mientras tiene la menstruación y de la que mi compañera Letra hizo un artículo muy bueno e interesante https://contrainformacion.es/mujeres-al-borde-de-un-ataque-de-nervios-menstruacion-y-tabu/ ), prolapso uterino…
Pero hay mujeres que son esperanza, luchadoras, rebeldes para algunos y necesarias para todas. Una de ellas es Rita Mahato. Fue víctima, es sobreviviente y está amenazada.
Rita vivía en Mahato y pertenecía a la casta más baja, era dalit. Allí hay una tradición muy arraigada y es que si las hijas se casan antes de su primera menstruación la familia tendrá buena suerte y además la dote será más baja. (Casualmente tanto el matrimonio infantil como el pago por casamiento son ilegales pero el gobierno mira a otro lado en pro de la tradición). Así es vendida con 13 años, quiero decir, casada en un matrimonio elegido por los padres. Empieza un periplo que le va consumiendo las ganas de vivir.
“Mis suegros me obligaban a hacer todo el trabajo en la casa y me pegaban. No me permitían hablar con mi marido, sin embargo él venía por las noches para acostarse conmigo”.
Con 14 años se queda embarazada tras tener su primera regla e intentó escapar a Lahan, a casa de su madre la cual la rechazó ya que “no pertenecía a esa familia”. Así que tuvo que volver a una casa donde, durante todo el embarazo, sufrió violencia doméstica y era obligada a realizar pesados trabajos manuales lo que le supuso un prolapso uterino. Pasaron los días, los meses y los años en un bucle de vejaciones e inexistencia social hasta que la doctora Renu Adhikari, presidenta del WOREC, fue a dar una charla cerca de su pueblo. Ignorando la prohibición de ir a escucharla, se tapó el rostro y fue. Llena de valor por lo que había escuchado se dirigió directamente a Renu y le contó su situación. Por fin alguien la escuchó y la ayudó. Tras un periodo de formación pasó a unirse al Centro de Rehabilitación de Mujeres (WOREC) y se convirtió, con tiempo y mucha fuerza, en una consejera de salud y movilizadora social, apoyando a las mujeres que han sido sometidas a violencia a tomar conciencia de sus derechos. Su perspectiva y la iniciativa no obtuvieron muchos seguidores en la aldea y se pensó que se estaba propagando ideas equivocadas siendo rechazada por hablar de algo que se considera tabú como es la violencia contra la mujer. Ha llegado a ser atacada por hombres de la aldea que le acusan constantemente de ser “mala mujer y mala influencia para sus mujeres”.
En 2007 se sumerge en la defensa de una chica que ha sido violada por dos hombres y casi muere desangrada. Entre 60 y 70 hombres llegaron a las oficinas de WOREC para exigir que en 5 días abandonara la aldea. Lanzaron ladrillos durante más de 2 horas y siguieron con amenazas de muerte de las cuales la policía se desentendió.
“Recibía cartas con amenazas de muerte. Me decían que me iban a violar y matar, también a mi hija. Me pegaban por la calle y un día vinieron a mi casa a tirar piedras”
Tal fue la presión que vivía que incluso llegó a intentar suicidarse bebiendo veneno. Rita Mahato continúa recibiendo amenazas y sufriendo discriminación en su comunidad como resultado de su trabajo para WOREC.
Foro de Historia Viva la ha galardonó en 2014 por luchar contra la violencia sexual contra las mujeres a nivel local.
"Por su tenaz lucha contra la violencia sexual, dirigido a las mujeres y a las niñas en una sociedad patriarcal, violenta y socialmente vulnerables de la sociedad. A pesar de que ella y su familia sean el blanco de un flujo constante de amenazas graves, continúa la lucha para fortalecer los derechos humanos de las mujeres de Nepal” Foro de Historia Viva.
Todavía se siente una víctima del machismo y consumida por la pena de sufrir en casa lo que combate fuera. Ha roto las cadenas y su hija mayor se ha casado recientemente por voluntad propia con un hombre que la joven ha elegido libremente. La segunda estudia para ser consejera como ella y defender los derechos de las mujeres y su hijo estudia ingeniería.
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