Ya han pasado más de 80 años de la fuga del monte Ezkaba. La fuga más masiva hasta hoy en toda Europa y de la que menos hemos oído hablar. Las condiciones en El Fuerte de San Cristóbal, el trato deshumanizante, la falta de juicios, los fusilamientos y la voz silenciada de miles de presos en Pamplona.
El Fuerte de Alfonso XII o de San Cristóbal es una fortaleza militar de finales del S.XIX. Un espacio que para nada se diseñó como prisión penal, con una capacidad para 350 personas y que habitaban casi 3mil a la vez pasando más de 6mil. La Asociación Txinparta-Fuerte San Cristóbal, Red de Memoria Colectiva va completando los nombres de los presos que no aparecen en ese libro de registro, unos por haberse perdido alguno de los tomos de registro y otros por no haber sido registrados en ellos.
Muchos eran republicanos pero la mayoría eran gente apolítica, no militaban en ningún partido, gente ajena que solo quería sobrevivir pero que negaron ayuda al frente nacional. Las condiciones dentro eran deplorables, los reos morían por traumatismos, por desnutrición, tuberculosis…La 1º brigada era encarcelada en las mazmorras, sótanos sin luz y sin espacio donde una cantidad ingente de piojos hacía imposible ni el poder dormir. Las sacas se volvieron una forma de vaciar o aligerar la cárcel dando divertimento a los guardias. Eran extracciones masivas de presos en las que podían ser fusilados o apaleados ante la pasividad de los superiores cuando descendían el monte.
El 22 de mayo de 1938, de los 2497 reos, 795 presos descalzos y hambrientos consiguieron escapar del fuerte sin más que 1 guardia muerto . La fuga, planificada durante meses entre un pequeño grupo de reclusos, se ejecutó según lo previsto. Los protagonistas utilizaron el esperanto para poder comunicarse entre ellos sin ser entendidos por los demás.
Un corneta que volvía de permiso vio la fuga y le dio tiempo de llegar a Ártica a dar el aviso y ya las tropas militares se desplegaron. El desconocimiento de la zona, la desnutrición, que iban descalzos etc hizo que fueran apresados, solo 3 cruzaron la frontera a Francia, 200 fueron asesinados mientras intentaban escapar. La ruta que siguieron se ha convertido en la GR-225, precisamente en homenaje a la fecha de la gran evasión.
En la actualidad, el fuerte es un gran cementerio pétreo de fosas en el que yacen los cuerpos de 207 fugados y cerca de 400 presos a los que no fusilaron, pero dejaron morir. Pocos supervivientes quedaron.
Fueron tantos los presos asesinados que los pueblos de alrededor se negaron a recibir más cuerpos así que se fundó El Cementerio de Las botellas. Gente con más humanidad que miedo enterró a los asesinados con una botella entre sus piernas con una nota apuntando el nombre, apellido y el lugar de precedencia. Un gesto por parte de alguno de los funcionarios que ayudaría a identificar a las víctimas en un futuro. Ese futuro es hoy.
Montse Sanz, nieta de Andrés Rodrigo de Benito, asesinado durante la fuga dijo “Fue desaparecido forzosamente, y su familia quedó sumida en un silencio obligado orientado a provocar el olvido”
Nuestra es la obligación de romper ese silencio.
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