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  • Foto del escritorKiara

Los Kurganes; llegó el belicismo


Una de cada tres mujeres europeas ha sufrido violencia física o sexual o, lo que es lo mismo, 62 millones de mujeres en toda Europa (la mitad de la población femenina mayor de 15 años). Hay muchas formas de expresarlo, pero la conclusión es la misma: la violencia contra las mujeres es una epidemia, lo constató el informe publicado ayer por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. La violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones a los derechos humanos más sistemáticas y extendidas. Está arraigada en estructuras sociales construidas en base al género más que en acciones individuales o acciones al azar; trasciende límites de edad, socio económico, educacional y geográfico; afecta a todas las sociedades; y es un obstáculo importante para eliminar la inequidad de género y la discriminación a nivel global. Violencia sexual, maltrato, mutilación genital, muertes violentas, acoso en redes sociales. Los derechos sexuales y reproductivos también están amenazados, pues se impide a mujeres y niñas decidir sobre su cuerpo y se las castiga si lo hacen. Los conflictos armados y el auge del extremismo violento las exponen a graves abusos, como violación, secuestro y esclavitud sexual, y corren especial peligro cuando se ven forzadas a abandonar su hogar, convirtiéndose en desplazadas o refugiadas.


¿Pero cuál es su raíz? Si vamos a la historia de la humanidad y nos remontamos a hace 10000 años, la sociedad era diferente. En el Holoceno no existía discriminación de género. Lejos de ello hay evidencias de que se trataba de sociedades matrilineales (un sistema de linajes por vía materna, donde el nombre de familia, la propiedad y la herencia viene de la familia de la madre). Su mundo era un mundo regido por diosas protectoras y hospitalarias. Y la armonía de las deidades femeninas caló en su vida cotidiana dando lugar a una existencia pacífica y sosegada. Un mundo sin miedo, con poblados construidos en los lugares más cómodos para vivir, sin preocuparles que no tuviesen fácil defensa en caso de ataque y sin murallas.

Llegó la 2º oleada de gente a Europa y trajeron consigo la agricultura. Los habitantes de la vieja Europa todavía siguieron llevando una vida razonablemente buena bajo los auspicios de la bondadosa Gran Madre; su culto permeaba a toda la sociedad que seguía siendo pacífica e igualitaria. Una sociedad donde el peso de lo femenino dulcificaba las disputas alejándolas de la maldición de la guerra. Sin embargo, tras un par de milenios de pacífica agricultura, la civilización de la Gran Madre estaba viviendo sus últimos días ya que llegaron los kurganes.

Los Kurganes eran una sociedad jerarquizada, dominada por varones agresivos cuya principal ocupación era la guerra. Adoraban un Dios masculino, prepotente y vengativo, un colérico señor de la guerra que dominaba el rayo destructor. Por primera vez, la locura de la guerra asoló la vieja Europa y los pacíficos seguidores de la Gran Madre, sin armas y sin murallas, fueron incapaces de resistir la avalancha de sangre y fuego de las belicosas hordas Kurganes. La violenta cultura Kurgán sometió por la fuerza a la pacífica cultura matriarcal de la Gran Madre e impuso su religión monoteísta. Desde entonces en Europa solo hablamos lenguas de raíz Kurgán, ya que todos los idiomas de la Europa actual -con la posible excepción del Euskera-, descienden de la lengua indoeuropea que hablaban los invasores Kurganes. Pero sobretodo reemplazaron la pacífica sociedad matrilineal de la vieja Europa por una sociedad patriarcal, profundamente belicista. Como consecuencia, tras la invasión de los Kurganes aparecen por primera vez en Europa asentamientos fortificados rodeados de murallas. Desde entonces los asentamientos humanos se construirán rodeados de murallas en lugares de fácil defensa. Todas las culturas posteriores se basaron en los principios de los Kurganes siendo así terriblemente machistas.


Si no hacemos el esfuerzo más titánico de la historia para combatir las raíces de nuestra cultura Kurgán, el problema seguirá firmemente arraigado entre nosotros. La cultura machista no solo es mala para nosotras, también lo es para los hombres. Si no somos capaces de ver esto y de unirnos para luchar perpetuaremos más si cabe todo este horror.

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