Durante siglos, las mujeres chinas han forjado un carácter marcado por la sumisión, la paciencia, la fortaleza física y mental y la aceptación de un patriarcado que las sometía y las degradaba al considerarlas un elemento de transacción para obtener un beneficio personal o social.
Las mui tsai era un sistema caritativo que permitía a las familias pobres asegurar el bienestar de sus hijas vendiéndolas a familias ricas que deberían mantenerlas mientras eran jóvenes y encontrarles maridos adecuados cuando crecieran. Así era como lo veían los propietarios, las fundaciones chinas y las autoridades británicas en Singapur y Hong Kong. Teóricamente, las niñas eran adoptadas por quienes las recibían, pagando a los padres muy poco dinero. En la práctica, las niñas no eran tratadas como hijas adoptadas, sino como esclavas domésticas. Algunas sufrieron una crueldad insoportable, incluyendo abusos sexuales, otras fueron vendidas a traficantes cambiaron de dueño más de una vez. También portaban un estigma social porque sus familias las cambiaron por dinero y esto era peor que si hubieran sido abandonadas. Se quedaban sin parientes y, por lo tanto, sin “cara” en una sociedad donde solo la familia proporciona la identidad. Su vergüenza era tanta, que incluso muchos años después, la mayoría no deseaba revelar esta circunstancia.
Las mui tsai es un sistema de transferencia de niñas no deseadas, niñas pequeñas, que estorbaban a sus padres, o como ocurría en la mayoría de los casos, estos no podían mantenerlas y por una pequeña cantidad de dinero eran vendidas. Las niñas no tenían camas, comían únicamente las sobras, normalmente sólo arroz, y estaban al servicio de todo el mundo. No se atrevían ni siquiera a aproximarse a los niños libres que acudían a la casa, incluso sufrieron abusos sexuales por parte de los dueños, o se convertían en sus concubinas forzosas cuando crecían. Muchas de estas niñas vivieron y murieron en la clandestinidad, sin salir de las casas donde servían.
El San po tsai es una forma de servidumbre institucionalizada. Se tratra de niñas transferidas desde sus familias de origen hasta la casa de sus futuros maridos tan jóvenes como ellas, o incluso más. La boda no se realizaba hasta que eran capaces de consumar la unión. Este “matrimonio menor” proporcionaba una esposa a un hijo, sin la entrega de los acostumbrados y onerosos regalos da la familia de la novia. Por lo tanto, era una forma desprestigiada de matrimonio que se efectuaba en las zonas pobres, por medio de la cual los padres de las niñas eludían los gastos de su crianza, y los del niño conseguían una novia barata y fuerza de trabajo extra. Estas niñas carecían de poder para influir en su destino y eran educadas para ser sumisas. Los abusos eran habituales. Cuando se convertía en madre de un hijo varón, podía esperar la llegada de su turno para convertirse en suegra, a menudo gozando de una consideración e influencia en la familia y detentando una cierta autoridad sobre los miembros femeninos, aunque su poder estuviera limitado en el ámbito doméstico.
Algunas niñas eran rechazadas por sus propias familias o dadas, particularmente las nacidas en el año del tigre, el animal más temido del zodiaco chino. Si una hija nacía cuando era de noche, momento en que los tigres rondaban en busca de presas, se temía que pudiera devorar a sus padres o hermanos, y encontrarle marido sería un problema, si el horóscopo de la niña era incompatible con algún miembro de la familia, también era rechazada.
En el siglo XIX la industria de la seda aumentó de forma notable en Guangdong, y a menudo se contrataba solo a personas del sexo femenino para trabajar en este sector. Esta situación propició cierta independencia económica a algunas mujeres y espacios en los que las mujeres podían socializar. Fue entonces cuando aumentó la práctica de la resistencia al matrimonio tradicional y prosperaron las socias de la Orquídea Dorada. La Orquidea Dorada era una hermandad en la que se cuidaban las unas de las otras y que se daba de dos formas; algunas jóvenes contraían entre sí un vínculo análogo al conyugal mediante un ritual de peinado que se asemejaba al que precedía al matrimonio heterosexual; otras mujeres, casadas, se negaban a convivir con el esposo y su familia. El resultado, en la práctica, era el mismo: una organización social casi utópica de mujeres que, gracias a sus salarios, podían prescindir de matrimonios que consideraban opresores. Vivían en pareja o como amigas, disfrutando de una solidaridad que les garantizaba la subsistencia para sus años de ancianidad, cuando ya no podrían seguir trabajando. Pero lo más sorprendente de esta insólita situación fue que esas relaciones homoeróticas entre mujeres no eran clandestinas. Por el contrario, contaban con la general aceptación social e incluso eran alentadas por las familias de las jóvenes. El éxito de estos matrimonios en Guangdong no sólo estaba relacionado con la conquista de la independencia económica, sino también con la explicación que al respecto ofrecía la religión budista. Uno de los pilares del budismo es la reencarnación. Creían que dos personas podían estar casadas en varias vidas sucesivas, por lo tanto, el amor lésbico indicaba que dos almas fueron pareja heterosexual en otra vida y que el destino volvió a unirlas. Este acto de unión se conocía como Dui Shi.
Una vez formada la familia podían adoptar fácilmente, pues a la asociación acudían huérfanos o niños abandonados con la esperanza de ser adoptados. Se les consideraba como hijos propios y eran amados y educados como tal. Al morir las madres ellos heredaban los bienes familiares. De esta manera, las mui tsai, podrían acceder a una familia que las quisiera de verdad.
Las “hermanas” se solazaban con la amistad femenina, que consideraban más dulce y suave que el trato con los rudos varones y las odiosas suegras, quienes no dudaban en obligar a las esposas frígidas a tomar amargas medicinas para cumplir su obligación de traer hijos al mundo. Se despreocupaban del temor a morir de sobreparto y, además, podían disfrutar libremente de su autonomía e independencia económica para viajar y mejorar su educación.
A principios del siglo XX, la Asociación de la Orquídea Dorada sufrió un fuerte revés al ser acusada de colaborar con el intento de derrocamiento del emperador Manchú. Con el triunfo del régimen comunista en 1949 la homosexualidad pasó a considerarse como una perversión capitalista y por lo tanto una práctica contrarrevolucionaria que debía ser eliminada de la sociedad. Las uniones homosexuales fueron prohibidas y por consiguiente se puso fin a los matrimonios lésbicos. La sociedad fue disuelta y las mujeres debieron ingresar en los armarios.
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