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  • Foto del escritorKiara

Julie d'Aubigny; cuando una mujer desafía a la época.



Virginie Despentes, escritora francesa, dijo una vez que "La feminidad es el arte de ser servil. Podemos llamarlo seducción y hacer de ello un asunto de glamour. Pero en pocos casos se trata de un deporte de alto nivel. En general, se trata simplemente de acostumbrarse a comportarse como alguien inferior". La historia está llena de mujeres que desafiaron este concepto de la feminidad haciéndose dueñas de sus vidas y sus deseos. Este es el caso de la también francesa Julie d'Aubigny.


La Francia del siglo XVII fue un periodo negro. Una monarquia absolutista y déspota lleva al país a un largo periodo de guerras; en 1618 se inició la guerra de los 30 años, la guerra contra los protestantes, la guerra entre Francia y España, la guerra de la Fronda y varias guerras europeas. Además la población es diezmada por la peste bubónica y el hambre debido a las malas cosechas. La educación también sufrió un gran revés y es que la analfabetización era cada vez más extendida fuera de la nobleza en especial para las mujeres. Las, familias que antes habrían dado a sus hijas una educación humanista, ahora sólo les enseñaban a bordar, bailar, cantar y tocar un instrumento.

Muchas mujeres de la segunda mitad del siglo añoran que habían sido educadas antiguamente en el conocimiento de las artes y las lenguas y que muchas de ellas ascendieron, por su educación, a una gran erudición. Los hombres considerados cultos debatían si las mujeres tenían o no derecho a la instrucción al saber, a la verdad. Una serie de eclesiásticos y moralistas insistieron en la incapacidad del conocimiento de las mujeres.

A lo largo del siglo XVII, se pensaba que no era apropiado para las mujeres llegar a ser cultas como los hombres. Más bien, se concebía el acceso al conocimiento como un peligro o una pérdida del concepto de feminidad que la sociedad patriarcal había ido construyendo, una concepción, por otra parte, aplicable prácticamente a cualquier época histórica.


Pero siempre hay quien que educa a sus hijas en la igualdad. Julie d'Aubigny nació en Paris en 1670. Su padre, Gaston d'Aubigny, era secretario del conde de Armagnac y educó a su hija como se debía educar a una señorita pero también le enseñó a cabalgar y el arte de la espada convirtiéndola en una gran esgrimista. A los 14 años era amante del conde de Armagnac. A través del conde entró en la corte y logró un matrimonio de conveniencia con el señor de Maupin. Julie podría haber vivido una vida acomodada pero prefirió hacer lo que le daba la gana en vez de lo que se esperaba. Se vestía con prendas masculinas para poder batirse en duelo. Era tan buena espadachina que hirió o dio muerte a 10 hombres en 10 duelos. Maupin se cansó del comportamiento nada ortodoxo de su joven esposa y pidió un traslado, solicitud que el conde de Armagnac, también cansado de la revoltosa relación con Julie d’Aubigny, tramitó con celeridad, esperando que ésta siguiese al marido. Pero no, la vida conyugal no iba con ella y se quedó en París donde se ganó una merecida fama de duelista. Se enamoró de su maestro de esgrima Serannes y también superó sus habilidades con la espada. Con él se fuga a Marsella en 1688 donde se ganaban la vida con espectáculos de espada, teatro y música. Pero todo se acaba y Julie vuelve a Paris donde se enamora de una joven. En el siglo XVII las relaciones homosexuales estaban más que prohibidas y la familia de la chica la metió en un convento escandalizada. Esto no detuvo a Julie que se tenía un plan para rescatar a su amada. Se hizo pasar por novicia, desenterró un cuerpo de una monja recién muerta, lo colocó en la cama donde debía estar su chica y provocó un incendio para causar confusión y poder huir juntas. Su romance duró 3 meses hasta que se cansó de aquello. Fue condenada en ausencia a morir en la hoguera por robo de cadáver e incendio pero poco le importó ya que se pensaba que aquello había sido obra de un hombre.

En Poitiers conoció a un antiguo actor y cantante dado a la bebida llamado Marechal, que se convirtió en su maestro, dándole valiosas lecciones sobre canto e interpretación hasta que su alcoholismo se lo impidió. En Villeperdue, en una taberna, se vio envuelta en una discusión con un joven caballero. De las palabras pasaron a los insultos y de ahí, a cruzar sus aceros, un enfrentamiento que terminó cuando la Maupin atravesó el hombro del joven con su espada. Aquel joven resultó ser Louis-Joseph d'Albert de Luynes, hijo del poderoso conde de Luynes, y quedó realmente asombrado cuando, al día siguiente, Julie acudió al cuarto donde se recuperaba de sus heridas para interesarse por su salud y le reveló su identidad real. Ambos se convertirían en amantes; Julie se encargó de cuidarlo durante su convalecencia y permanecieron juntos hasta que, recuperado de sus heridas, el joven tuvo que volver a su regimiento, que partía hacia Alemania. Volverían a retomar su relación esporádicamente.

Ya en la capital de nuevo, en 1690, debutó en la Opera de Paris. Siguió llevando una agitada vida sentimental, con amantes tanto hombres como mujeres, mayoritariamente compañeros suyos de la Ópera como Mademoiselle La Rochois.

En un baile de máscaras en la corte, al que acudió como invitada del hermano del rey, Felipe, conde de Orleans fue vestida de caballero, sin importarle lo más mínimo lo que dijeran de ella. Durante el baile, prodigó sus atenciones a una atractiva marquesa, con la que bailó en varias ocasiones y a la que llegó a besar en la pista de baile. Tres jóvenes caballeros, pretendientes también de la marquesa y un tanto irritados, le afearon su comportamiento. Julie, tranquilamente, los acompañó al exterior, se batió en duelo con los tres a la vez, los derrotó, dejándolos heridos, y volvió al palacio para disfrutar del resto del baile, en presencia del rey. Aunque ella temía ser castigada, a Luis XIV al parecer le hizo gracia todo el asunto y zanjó el tema diciendo que su ley se aplicaba sólo a los hombres. Pero por si acaso cambiaba de opinión, decidió dejar Paris por un tiempo, hasta que se calmaran los ánimos, y marchó a Bruselas, donde vivió entre 1692 y 1693, siendo amante del príncipe Maximiliano II Manuel, elector de Baviera, Cuando el príncipe se cansó de ella y se buscó una nueva amante, trató de sobornarla para que se fuera de Bruselas. Ella rechazó con altivez el dinero que el príncipe le ofrecía y volvió a París, donde prosiguió su carrera operística, con éxitos rotundos como Medus o Tancrède (un papel escrito específicamente para ella, el primero en Paris para una mujer sin ser de soprano). La cantante comenzó un apasionado romance con la marquesa de Florensac, quien tenía fama de ser una de las mujeres más bellas de Francia. Tras la muerte repentina de la marquesa en 1705, Julie quedó tan desolada que se retiró de la ópera y se recluyó en un convento de la Provenza, donde murió en 1707 a los 37 años.


Y es que tuvo una vida muy intensa en la que cantó por dinero, mató por honor y se fugó por placer pero sobre todo, vivió.

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