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  • Foto del escritorKiara

Nawal El Saadawi y el feminismo revolucionario de Egipto


Durante décadas, a nivel internacional se ha hablado solamente del velo como si fuera el único problema de las mujeres árabes. No se pensaba que las prioridades de esas mujeres, en una realidad tan distinta y compleja, pudieran ser diferentes a las de otras feministas en otras partes del mundo. Con lo cual las mujeres árabes no se identificaban ni con la imagen de las mujeres árabes en los medios de comunicación ni con las agendas que trataban otros problemas que para ellas no son prioridades.


Quizá las mujeres egipcias y árabes, en general, no adoptaron los mismos mecanismos del movimiento feminista occidental; quizá no tuvieron la misma agenda ni los mismos problemas contra los que lucharon otras mujeres en otras partes del mundo lo cual no significa que ignoraran sus derechos y no lucharan por ellos.


El 20 de mayo de 1928 se inauguró oficialmente en El Cairo una escultura encargada por el gobierno de Egipto al destacado artista local Mahmud Mujtar. El espectacular conjunto escultórico, al que se dio el nombre de El despertar de Egipto, representaba a una mujer de pie, con el brazo derecho colocado sobre la cabeza de una esfinge en posición semierguida y con el brazo izquierdo levantando un pañuelo. La simbología nacionalista de la imagen es evidente: el nuevo Estado reconocía su vínculo histórico con el pasado faraónico (rechazando implícitamente que su origen estuviera en la conquista árabo-islámica del siglo VII), y además la nación quedaba representada iconográficamente mediante una figura femenina. Ese mensaje inequívocamente feminista resultó posible porque desde mediados del siglo XIX había comenzado a producirse un vigoroso movimiento en defensa de los derechos de las mujeres, cuyos protagonistas -mujeres y hombres- entendían que el atraso de los países árabes o musulmanes era debido, en parte, a la situación en la que vivían sus mujeres y que, en consecuencia, la nación no podría prosperar si no lo hacían también ellas.


Hind Nawfal, una joven periodista libanesa afincada en Alejandría, fundó en 1892 la que sería la primera revista dedicada en exclusiva a las mujeres árabes. La tituló Al-Fatat, es decir, La muchacha. Entre las más prolíficas escritoras estuvo Malak Hifni Nasif (1886-1918), quien en 1909 publicó un libro que recogía sus cerca de sesenta artículos dedicados a la defensa de lo que ya era la cuestión femenina. Los temas abordados iban desde la crítica a la poligamia o a los matrimonios forzados, a la defensa de la educación para las niñas (asunto central para toda aquella primera generación de feministas árabes), sin olvidar, por supuesto, la cuestión del velo que también suscitaba entonces viva polémica.


Los hombres iban cambiando, y algunos tomaron abierto partido por la liberación de la mujer. Tal fue el caso del abogado egipcio, Qasim Amin, autor de dos importantes obras sobre el tema: La liberación de la mujer (1899) y La nueva mujer (1900)2 . Pero, sin duda, la figura más representativa de este primer feminismo árabe fue la egipcia Huda Shaarawi (1882-1947). De origen aristocrático, trabajó durante toda su vida en favor de la educación de las mujeres y de conseguir dotarlas de un marco organizativo y de una actuación pública que resultaron esenciales para el desarrollo del feminismo egipcio y árabe. Logró que las autoridades le permitieran celebrar reuniones en la recién creada Universidad Egipcia (1908), antes de que se admitiera su ingreso como estudiantes, lo que acaeció finalmente en 1929; en 1914 fundó la Asociación Intelectual de Mujeres, y en 1919 pudo movilizar a un notable número de mujeres que participaron en las grandes manifestaciones que se produjeron por todo el país para reclamar la independencia de Gran Bretaña.

En 1923, Huda Shaarawi fundó la Unión Feminista Egipcia y tuvo el honor de representar por vez primera a su país en un congreso feminista que se celebró en Roma. Y fue al regresar a El Cairo cuando esa decidió quitarse el velo ante la multitud que había ido a recibirla a la estación de tren de El Cairo. En Roma había representado a un país recién liberado, se había movido, naturalmente, sin velo, y ahora, esa ciudadana volvía a Egipto y debía taparse el rostro. No lo aceptó y dejó muestra patente de su negativa, en un gesto que figura con todo merecimiento en los anales del feminismo árabe.


Pero había muchos más problemas. Los niveles de alfabetización y de educación mejoraban, y la incorporación al trabajo iba, poco a poco, produciéndose; pero, por un lado, el nuevo estado no les otorgó el derecho al sufragio ni a la elección y, por otro, el derecho de familia era, en su conjunto, y sin paliativo alguno, discriminatorio para con ellas. Y en todos estos frentes dieron batalla. Ausentes del parlamento, las mujeres recurrieron a otros foros -la prensa, las asociaciones feministas, la calle- para hacerse oír y provocar respuesta a sus demandas. Entretanto, la Unión Feminista Egipcia crecía y se internacionalizaba, estableciendo vínculos con muchas otras agrupaciones afines creadas en el resto de países árabes (especialmente del Oriente árabe). El contacto con los movimientos de mujeres palestinas -que sumaban a su lucha feminista la defensa de su nación frente al sionismo- fue especialmente relevante. Consiguieron un aumento significativo de universitarias, el derecho al voto de la mujer en 1956 y representación femenina en cargos políticos nacionales e internacionales.

El régimen naserista (como tantos otros en el mundo árabe), al prohibir los partidos políticos y gran parte de las asociaciones de corte cívico y religioso, infligió un duro golpe al feminismo más reivindicativo, sustituyéndolo por otro más oficial y más controlable. Muchas mujeres entraron por aquellos años en prisión, tanto quienes pertenecían a grupos de izquierda como quienes defendían posiciones radicalmente opuestas. Esto supuso una división del movimiento feminista en feminismo islamista, feminismo musulmán y feminismo laico.


Las feministas, como el resto de reformistas, han intentado, desde principios del siglo XX, reformar el Estatuto Personal Musulmán, el documento que atenta de forma más tenaz contra la igualdad, justicia y dignidad de los ciudadanos, estructura un modelo de familia que se remonta a principios del siglo pasado, basado en la interpretación patriarcal de la jurisprudencia islámica (fiqh). Esta ley, en la que se oficializa la autoridad y el poder del hombre, mantiene un sistema de desigualdad de género.


Con el derrocamiento del Estado autoritario en Egipto y el desmantelamiento de su poder y del de sus seguidores, y con la reforma legal correctamente encaminada, la igualdad y la justicia ante la ley y en la práctica tienen una nueva oportunidad. Para la juventud, mujeres y hombres, que han iniciado esta revolución, la libertad y la igualdad y la justicia son, seguramente, innegociables y la dignidad está a la orden del día. Ésta es la esencia del nuevo feminismo, el feminismo de la revolución.


Una de las caras más visibles e importantes del feminismo laico egipcio es Nawal El Saadawi. escritora, feminista, médica, y activista política . A los seis años, en 1937, la comadrona le practicó la ablación del clítoris,​ una tortura que marcó su vida y su obra. Entró en la Facultad de medicina y empezó su lucha;


"Lo cierto es que yo había olvidado mi propia circuncisión. Completamente. Sufría amnesia infantil, un mecanismo de defensa de los niños para olvidar el dolor. Sin embargo, ya con 20 años, cuando entré a la Facultad de Medicina y empecé a oír el llanto de niños y niñas en las consultas de los doctores... recordé. Recordé aquella noche en la que, con 6 años, me sacaron de la cama, me llevaron al lavabo, me abrieron los muslos al máximo, y con una cuchilla me cortaron un trozo de carne. Así que cuando recordé lo que me había pasado, me comprometí a trabajar en mi propia recuperación y en ayudar a todas las niñas. No quería eso para mi hija."


En 1972 publicó una serie de libros titulados "La mujer y el sexo", en los que luchó para condenar estas agresiones en un país donde más de 27 millones de mujeres egipcias, la mayoría en edad fértil, han sufrido esta práctica


"En adelante, empecé a rechazar a la autoridad. Desafié al presidente Sadat, luego a Mubarak, me enfrenté a los religiosos de todos los credos, a los médicos, me divorcié de mi marido. ¡Cómo me han odiado mis maridos!"


Le costó un año en prisión por ir en contra del Gobierno del ex presidente egipcio Anuar al Sadat al oponerse a los acuerdos de paz entre Egipto e Israel. Allí, escribió sus memorias en varios trozos de papel higiénico lo que luego sería 'Memorias de la cárcel de mujeres'.

Aunque nunca se haya unido a un partido político, intentó fundar uno en Egipto formado únicamente por mujeres donde el feminismo fuese su única ideología. Sin embargo, se lo prohibieron:


"En el Gobierno egipcio no me permitieron formar mi propio partido. Lo peor de todo es que los salafistas sí tienen su partido político"


Está “en contra de todos los Gobiernos”, de todas la resligiones, fundó la Asociación Africana para la Investigación y el Desarrollo de las Mujeres, de 1978 a 1980 fue nombrada consejera del programa de las Naciones Unidas para las mujeres de África (CEP) y de Oriente Medio (CEPA) trasladando su residencia a Addis Abeba (Etiopía), fundó y presidió la AWSA (Asociación Solidaria de Mujeres Árabes), fue cofundadora de la Asociación Árabe para los Derechos Humanos, Saadawi rompe tabúes y su producción literaria no rehúye temas controvertidos como la ablación del clítoris, la utilización del velo, el aborto, el matrimonio o el empoderamiento de la mujer, al igual que se plantea cuestiones antineocoloniales. Con frecuencia utiliza sus experiencias para narrar historias de ficción. En otras ocasiones escribe directamente memorias autobiográficas.


"La esperanza es poder. En prisión, bailaba para animarme. Nunca me he rendido. Pero lo que más me preocupa de Egipto es lo mismo que me inquieta del resto del mundo. No es posible separar lo local de lo global. Vivimos en un único mundo, no en tres, y está dominado por el mismo poder capitalista, patriarcal y religioso."


"El feminismo es liberar la mente del sistema patriarcal, de la religión y del capitalismo, que son las principales amenazas para la mujer. Aunque no solo son amenazas para la liberación de la mujer sino también para los pobres. Yo no separo entre la opresión de clase y la opresión patriarcal. Para mí, están relacionadas y siempre van juntas de la mano. De hecho, para mí una mujer es independiente cuando se alimenta por sí misma."


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